ENTREVISTA PARA CÁSCARA AMARGA

6 de febrero de 2014

Por Diego Valor

“Yo ya no encuentro la intolerancia contra los gays en España”

El autor manchego Pedro Menchén narra en su obra Escrito en el agua (Odisea Editorial) sus vivencias de infancia y juventud durante el franquismo y el despertar de su homosexualidad.


Una infancia y adolescencia para un homosexual en los años 60 en la España rural se antoja muy dura…
Pues sí, claro, aunque nunca me he considerado a mí mismo víctima de la homofobia. En primer lugar, porque intenté ocultar mi tendencia sexual (y lo conseguí bastante bien) hasta los 19 o 20. Después, tuve suerte de que mi familia y la gente que sabía cómo era (en el trabajo o en cualquier otro sitio), me respetara. Jamás me sentí humillado, excluido o rechazado por nadie. Yo pienso que si te respetas a ti mismo, la gente te respeta. De niño, sin embargo, sufrí mucho (aunque no por mi homosexualidad, que descubrí a los 15 años), sino por mi propia hipersensibilidad y también por la crueldad de los otros niños. Pues los niños son malísimos. Mucho más intolerantes que los adultos. Tienen todavía el instinto salvaje de la camada que les induce a acosar y a excluir a los miembros débiles o diferentes. Cualquier adulto hoy en día respeta mucho más a los gays que los niños. Los niños son pequeños salvajes que hay que ir convirtiendo poco a poco en ciudadanos.

Es preocupante el bullying y la crueldad de los niños que sufren los alumnos homosexuales en los colegios, ¿Qué se debería esperar del profesorado en estos casos?
Pues debe enseñar a los niños a practicar el respeto y la tolerancia. No es tarea fácil, pero es la única opción.





A pesar de su soledad y aislamiento social en parte por su sexualidad nunca sufrió discriminación, rechazo ni humillaciones. ¿Se trataba entonces más de homofobia interiorizada o de desconocimiento de la homosexualidad?
No, yo creo que la gente me respetaba sinceramente. Como te dije, a partir de los 19 o 20 años asumí con naturalidad mi homosexualidad y desde entonces no la oculté a nadie. Pero tampoco iba con una pancarta diciendo a todo el mundo lo que era. Por otro lado, nunca me han gustado las excentricidades. Quiero decir que no llamaba mucho la atención ni daba la nota. Entonces, la gente no podía mofarse de mí, no podía ridiculizarme ni gastarme bromas por el hecho de ser gay, como sí hacían con otros. Es lo que dije antes: si te respetas a ti mismo, te respetan. Pero quizá pudiera ser que tuve mucha suerte y estuve siempre cerca de las personas adecuadas. No sé en realidad a qué atribuir el hecho de no haber sufrido nunca rechazo o humillaciones. Es algo que a mí mismo me sorprende. No puedo posar, pues, como una víctima. Los años 60 fueron tan duros (o tan divertidos) para mí como para cualquier otra persona.

¿Qué motivación puede tener la gente para leer la biografía de Pedro Menchén?
Bueno, es un libro de recuerdos, de experiencias, de emociones. Es también una crónica de la memoria colectiva de este país. Pues al hablar de mí y de mis circunstancias, hablo de la sociedad en general de aquel tiempo, de cómo vivía la gente en un pueblo manchego en los 50 y luego en Madrid en los 70, etc. También hablo de muchas otras personas (gays y no gays), de cómo descubrí mi vocación de escritor y de tantas otras cosas. Quien lee biografías o autobiografías, sabe a qué me refiero. Mi libro le puede mantener entretenido y hacer pensar sobre algunas cosas.

Muchos jóvenes gays también tienen que abandonar actualmente sus pueblos o ciudades y mudarse a Madrid para vivir su sexualidad en libertad, ¿tan poco hemos avanzado socialmente aunque sí en derechos?
Bueno, pueden mudarse a Madrid o a cualquier otra gran ciudad, si quieren, donde tendrán más vida social, más diversión, más oportunidades y quizá también más libertad, pero yo no creo que hoy en día un gay no pueda vivir tranquilamente en cualquier pueblo. Que yo sepa, las leyes valen para todos los lugares y, si no es así, si algún gay sufre discriminación o rechazo en algún sitio, que lo denuncie, que enseñe a la gente a respetarle. Pero que en primer lugar se respete siempre a sí mismo. Yo soy de un pueblo de siete mil habitantes, un pueblo manchego de la España profunda, y he presentado allí libros gays y nadie me ha mostrado el menor rechazo. Al contrario: me invitaron a leer el pregón de la feria. Voy alguna vez que otra a dar una vuelta, bebo en los bares como todo el mundo, hablo con la gente. Incluso viene conmigo mi compañero. Todo el mundo sabe como soy. Y nadie me ha dicho jamás ni una sola palabra ofensiva. Y, por supuesto, no soy el único. Hay allí muchos otros gays públicamente conocidos y no pasa nada. Quizá es que soy muy afortunado, pero ¿dónde está la intolerancia hacia los gays en este país? Yo ya no la encuentro.

Cuenta en su libro que un religioso le salvó la vida, sólo por escucharle y no dándole importancia a su homosexualidad. ¿Qué tenía aquel jesuita que le hacía ir contra la corriente eclesiástica?
Pues que era un hombre esencialmente bueno. Una gran persona y un perfecto cristiano. Cristo hubiera estado de su parte mucho más que de Rouco Varela. Ese hombre, Javier Domínguez, vive todavía, por suerte, y sigue luchando por el bien y la justicia. Por cierto, publicó un montón de libros que maravillarían a cualquier persona sensible, sea o no creyente. Es una de esas personas que honran el género humano.

"Yo buscaba cariño, afecto, amistad... y a cambio ofrecía sexo"... ¿Se aprende a decir que no?
¡Oh, sí! ¡Hay que aprender a decir que no! ¡Hay que saber decir que no!

¿Era cuestión de autoestima?
Sí, hay que tener autoestima. A mí me costó mucho tener autoestima. Me respetaba a mí mismo, pero no me quería a mí mismo, no me valoraba. No por mi condición sexual, sino porque me parecía mucho a mi padre y yo quería ser la antítesis de mi padre. Eso es algo que explico con detalle en el libro. Fue un pequeño drama personal que ya superé.





En su juventud se sentía estúpido por creer en el amor y por mostrarse demasiado confiado e ingenuo. ¿Ha cambiado ese sentimiento?
Pues creo que mis sentimientos de entonces eran los adecuados a mi circunstancia. Hoy veo las cosas de otro modo, naturalmente. Estoy en paz conmigo mismo y con la vida.

¿Cómo ve el ambiente gay actual comparado con el que vivió en su juventud? No frecuento el ambiente gay de hoy, pero creo que es mucho mejor ahora que entonces. Todo el mundo se comporta con mucha naturalidad. Es fantástico. Me siento orgulloso de que en este país hayamos conseguido tanto en tan poco tiempo.

¿Cree que ha sido demasiado explícito en temas sexuales en su autobiografía o se ha guardado más detalles?
Bueno, a mí no me gusta narrar experiencias sexuales. Ejerzo mi propia autocensura y cuando llega el momento de la pasión, desvío la cámara hacia la ventana. Pero supongo que te refieres al capítulo en el que hablo del pecado asociado al sexo, donde hay una descripción específica. Ahí me hubiera gustado eludir los detalles, pero no supe cómo hacerlo, si bien reescribí un montón de veces la página.

Presagiaba Aranda que su carácter le traería problemas ¿ha sido para tanto?
Ah, ya sé a qué te refieres. Él dijo eso en un momento de enfado. No, no he tenido problemas con nadie en ese sentido. No soy tan difícil de tratar, me parece.



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