ENTREVISTA PARA LA REVISTA LA BOLSA DE PIPAS

 

Nº 83, Palma de Mallorca

Octubre de 2011

 

 

 

 

 

PEDRO MENCHÉN: “Conocí a Umbral cuando era humano”

 

El último libro de Pedro Menchén, Escrito en el agua, sus memorias de juventud, ha conseguido despertar el interés más allá de nuestras fronteras. El autor, que se reconoce “perdedor”, ha hecho pública su relación amorosa con el pintor del 27 Gregorio Prieto.

 

PREGUNTA: Tu último libro “Escrito en el agua” es una autobiografía. ¿Qué puede motivar a un hombre a escribir sobre su propia vida siendo aún relativamente joven?

RESPUESTA: Pues una necesidad imperiosa de ajustarle las cuentas al pasado, de poner en orden tus ideas, de reflexionar sobre quién eres, de dónde vienes y adónde vas… Ya sabes. Y es que no hay nada tan difícil como conocerse a sí mismo. En cierto modo, convivimos con un extraño al que no acabamos de aceptar y yo quería entender de una vez a ese extraño, saber de qué pie cojeaba, si podía fiarme de él o no.

 

PREGUNTA: ¿Y cuál fue la conclusión?

RESPUESTA: Llegué a aceptarlo, a pesar de sus muchos defectos. Acabé reconciliándome con un tipo al que siempre había odiado. No soy, por supuesto, el hombre que me gustaría ser, pero al menos puedo mirarme en el espejo y sentir un poco de respeto por mí mismo, algo que antes no sentía.

 

PREGUNTA: En tu libro haces algunas confesiones terribles. ¿No te causa pudor quedarte en pelotas ante los demás? ¿No hace que te sientas más vulnerable?

RESPUESTA: No. En un libro de este tipo uno tiene que ser honesto y, bueno, al analizar mi conducta en determinadas circunstancias, tenía la sensación de estar analizando, por extensión, a todo el género humano. A veces, ni siquiera creía estar hablando de mí mismo, sino de alguien que conocí en el pasado. Y es que, con los años, uno cambia tanto que no acaba de reconocerse. Además, quién esté libre de culpa que tire la primera piedra. Todos tenemos vicios inconfesables, todos tenemos defectos de los que avergonzarnos. Lo que pasa es que unos los disimulan más que otros. Unos se engañan a sí mismos mejor que otros. Y yo, que no tengo nada que perder, que no tengo nada que ocultar, que no estuve nunca en el armario, decidí sacar todos mis trapos sucios y analizarlos uno a uno con lupa. Más que un ejercicio de introspección, “Escrito en el agua” es (y perdona la grandilocuencia) una especie de análisis sobre la condición humana o, si se prefiere, sobre una época, la que va desde los años cincuenta hasta la Transición, que es cuando acaba el libro.

 

PREGUNTA: En algunos momentos parece como si quisieras humillarte a ti mismo, como cuando te calificas de perdedor.

RESPUESTA: Bueno, no soy un triunfador precisamente. Hace unos 24 años que publiqué mi primer libro, aunque empecé a escribir diez años antes. Incluso he obtenido dos premios literarios y, sin embargo, que yo sepa, nadie ha escrito jamás una reseña sobre uno de mis libros en un suplemento literario. Para los medios nacionales no existo. Típico del perdedor, ¿no? Yo soy de la generación de Muñoz Molina, de Javier Marías, de Millás, de Mendicutti, de Villena. Empecé a publicar más o menos al mismo tiempo que ellos y, sin embargo, ellos han triunfado, ellos viven de la literatura, ellos son famosos y yo no. Pero en realidad no lo lamento. A mí no me gusta la fama. No es falsa modestia. Es que no tengo vocación de hombre mediático. No soportaría salir en la tele y ese tipo de cosas. Prefiero que me ignoren, pasar desapercibido. De haber triunfado, creo que me habría ocultado de la gente como JD Salinger. Pero, naturalmente, como es lógico, quiero que se conozcan y se vendan mis libros, y un libro del que no se habla en los periódicos y revistas es un libro que no existe.

 

PREGUNTA: Háblame de tu polémica con Villena. ¿Te respondió a la carta que le escribiste en esta misma revista?

RESPUESTA: No, no hubo tal polémica porque Villena no me respondió. No debió considerarme digno de ello. Yo pensaba que entablaríamos un debate o algo así, pero qué va. Así son algunos “intelectuales” elegantes de este país. Atacan cobardemente al débil y luego se callan para no avivar una polémica que puede perjudicarlos. Es posible que yo fuera un poco excesivo en aquella carta, pero es que me irritó que me calificara de autor de novelas gays de consumo, precisamente a mí, que escribo y reescribo un libro cada cinco años y sólo tres de mis novelas tienen personajes gays, mientras que él… él publica cuatro libros al año, la mayoría de los cuales son mariconadas y chorradas gays. Sí, bodrios completamente prescindibles como esa novelita titulada “Los huesos de Sodoma”.

 

PREGUNTA: Volvamos a tu libro. Dices en el prólogo que no conociste a ningún personaje importante, pero luego resulta que tuviste cierto trato con Umbral en los setenta y también con Gregorio Prieto, el pintor de la Generación del 27.

RESPUESTA: Cierto. Pero ya ves, soy tan modesto que ni siquiera quise presumir de ello [risas]. Conocí a Umbral cuando yo era un adolescente y él un tipo de unos treinta y tantos o cuarenta. Básicamente era el mismo Umbral que se haría famoso después, aunque con una diferencia: todavía era humano (era la época en que escribía “Mortal y rosa”, cuando enfermó y murió su hijo). Entonces, tan sólo era un escritor. Ambicioso y narcisista, sí, pero sólo un escritor. Después… se convirtió en la Escritura. Ya no era un escritor, sino la Escritura. Una fábrica de palabras y metáforas. Era un genio, pero también un monstruo. Intratable, megalómano, soberbio. Yo siempre he admirado a Umbral. Ningún escritor español me ha fascinado tanto como él. Siento todavía un profundo respeto por su obra, pero como persona… por favor, a Umbral había que darle de comer aparte. No sé quién se creía que era. A fin de cuentas, todos nosotros y nuestras obras, buenas o malas, acabarán convirtiéndose en polvo.

 

PREGUNTA: ¿Y qué me dices de Gregorio Prieto? Incluyes el diario de tu relación con él en el libro.

RESPUESTA: Sí, porque no es muy largo y pensé que podía ser muy ilustrativo no sólo sobre él sino también sobre mí mismo en aquella época. Yo conocí a Prieto cuando tenía 25 años y él más de 80. Se enamoró de mí y tuvimos relaciones durante año y medio. Hasta que me harté y corté con él. De algún modo, me prostituí para sacarle información y confidencias de la Generación del 27, sobre todo de Cernuda, quien estuvo alojado en su casa de Londres. Hasta el último momento dudé si incluir o no el diario en el libro, pero creo que hice bien, ya que a muchos lectores les encanta. Dicen que no tiene desperdicio. Es asombroso pero me escribe mucha gente, no sólo desde España, sino desde otros países como México o Estados Unidos... Hace poco un abogado vasco viajó desde San Sebastián hasta Benidorm exclusivamente para conocerme y hablar sobre mi libro. Y un hispanista, un profesor de la universidad de Los Ángeles, me dice que quiere incluirlo en su programa de lecturas el curso que viene porque describe muy bien, según él, cómo eran los años cincuenta, sesenta y setenta en España. Ignoro cómo unos y otros se enteran de la existencia de mi libro. Eso me lleva a pensar que los libros tienen vida propia, al margen de la publicidad y de las reseñas en los suplementos literarios.

 

(Se edita aquí la versión completa de esta entrevista con el permiso del entrevistador)